viernes, 12 de agosto de 2011

Arandelman



Lo primero que hace un superhéroe que se reconoce como tal es, precisamente, reconocerse como superhéroe. Suena a aforismo de José Narosky, pero ese momento se llama “epifanía”, que significa “manifestación de un hecho milagroso”, según Wikipedia. Es aquel en el que Acuamán se da cuenta de que es algo más que el niño que más tiempo resiste vivo debajo del agua o El Increible Hulk piensa que quizás conviene rever esa propuesta de ir a un psicoanalista para controlar la ira.
A su vez, los Superhéroes tienen superpoderes de dos tipos: los naturales, que tienen la virtud en el cuerpo, por ejemplo Flash; y los de accesorio, que dependen de artículos de la más diversa índole: lazos, sogas, linternas, telas de araña, etc. Abarcando sólo este segundo grupo, la pregunta que surge es: ¿Superhéroe de accesorio se hace o se nace?
Si yo fuera superhéroe me hubiera hecho de abajo, no como ese Batman. Yo: humilde, muchacho de barrio, Mataderos, particularmente bueno lanzando arandelas gruesas de metal rumbo a objetivos de lo más variados; éstas van, cortan y vuelven. De adolescente paso mis tiempos cortando carne con las arandelas en un matadero, haciendo los deleites del capataz que ve como su productividad se duplica. Hasta que una noche, en pleno corazón de Liniers, dos sospechosos son reducidos gracias al poder de mis arandelas. La epifanía.
Y ahí nace el mito. Ahí viene la prensa, los contratos, putas, falopa, pero no alcanza, porque soy superhéroe y quiero el bronce, y empiezo con las frases hechas: “Ayudame a ayudarte”; “Si te cuidas es más fácil que te cuide” y se dispara una carrera: intendente, diputado y muchos candidatos presidenciales desesperados por tener mi apoyo, el de “Arandelman”, ese es mi nombre, al principio me suena judío, pero después me acostumbro y ya no quiero que me digan “Jorge”.

*Este texto será publicado próximamente en la Revista Casquivana
http://www.casquivana.com.ar/

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